Leí ayer que algunos grupos
de personas activistas con diversidad funcional nos ponen a quienes no tenemos en
este momento problemas de integración y limitaciones en la elección de nuestros
destinos por causa de alguna divergencia
física respecto de la norma establecida (osea, lxs que se entiende que no
tenemos diversidad funcional) una etiqueta interesante: temporalmente válidxs.
Es una de las etiquetas más
realistas e inteligentes que he encontrado. La realidad del ser humano es la
interdependencia. El modo en que hemos
organizado la producción de bienes e intercambio de servicios a nivel
remunerado, es decir, el mercado laboral, único plano en el que nuestro trabajo
da lugar a todos los derechos sociales (prestación por desempleo, pensiones
contributivas) y, en definitiva, a la ciudadanía plena, deja fuera a muchísima
gente.
La realidad es que nacemos
totalmente dependientes. Cuando crecemos, la forma en que nos hemos organizado
socialmente colabora a gestar y mantener la ilusión de que somos
autosuficientes: YO compro con MI dinero los bienes y servicios que necesito. Esta
forma de satisfacer las necesidades puede que oculte o al menos deje en segundo
plano el hecho de que, si puedo comprar esos bienes y servicios es porque
alguien los oferta. ¡Por mí misma no podría atender a todas mis necesidades!. Por
otro lado, todas las personas experimentamos las enfermedades físicas y los momentos de
malestar subjetivo que no nos permiten ser “productivos”. Esos momentos son
grandes oportunidades para hacernos conscientes de la realidad de la
interdependencia. Pero parece que con tanta ideología liberal-individualista no
es suficiente, el hechizo se mantiene y seguimos en la ilusión.
Pero existen también los momentos en que, muchas personas, casi siempre mujeres, se tienen que retirar o eligen retirarse de lo que se considera “el
mundo productivo” para atender las necesidades de una o varias personas (niñxs,
personas con enfermedades de larga duración, personas con diversidad
funcional, personas mayores). Esta experiencia, al ser más duradera que una enfermedad corta o un problema puntual, ayudan en
mayor medida a hacernos conscientes de la mentira de la independencia. El
feminismo ha incorporado esta experiencia tan típicamente femenina para
repensarlo todo: los espacios, los tiempos, la vida…
Después, por supuesto, existe
una experiencia aún más radicalmente reveladora de la estafa de la
autosuficiencia individual: la que tienen las personas que tienen alguna
diferencia física o mental relevante respecto de la norma y que tienen que vivir en
los escenarios excluyentes y discapacitantes que hemos creado pensando sólo en satisfacer las necesidades de la norma. Llegan estas personas y, compartiendo con nosotrxs el preciado conocimiento que elaboran desde su experiencia, nos ponen la sabia etiqueta de "temporalmente válidxs". Abramos nuestros oídos a las aportaciones del activismo que surge entre nuestrxs queridxs diversxs funcionales. No nos demos el lujo de vivir en errores que causan tanto sufrimiento.
Las personas liberales suelen
criticar a las personas que mantenemos ideologías entendidas como de izquierdas,
alegando o bien que tenemos mala intención (queremos limitar su sagrada
libertad individual para hacer lo que les dé la gana con SUS cositas ganadas
con SU trabajo, queremos robarles) o bien somos gente harto ingenua que no
entendemos como funciona el mundo (el libre mercado, el progreso a través de la
búsqueda individual de la propia felicidad, etc..). A la luz de la experiencia
de las mujeres y de la diversidad funcional y, en realidad, a la luz de la
experiencia de quien nace indefensx y llega a una edad avanzada en la que
surgen grandes necesidades de atención, a la luz de quienes enferman físicamente
y de quienes padecen gran malestar
subjetivo, me parece que quienes tienen que dar cuenta del realismo de sus
planteamientos son ellxs.
Por tanto, unámonos lxs “improductivxs”.
Hemos luchado ya demasiado tiempo separadxs y el monstruo ha crecido mucho,
porque lo hemos permitido. Nos mienten: no somos autosuficientes. La autosuficiencia sólo puede pensarse en clave colectiva. Admitamos ya que nadie hace nada simplemente por sí mismx, para, a partir de esta idea, organizarnos de un modo más justo y amigable para todxs.
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