lunes, 23 de septiembre de 2013

Interdependientes somos, interdependientes seremos o La rebelión de lxs "improdutivxs".

Leí ayer que algunos grupos de personas activistas con diversidad  funcional nos ponen a quienes no tenemos en este momento problemas de integración y limitaciones en la elección de nuestros destinos  por causa de alguna divergencia física respecto de la norma establecida (osea, lxs que se entiende que no tenemos diversidad funcional) una etiqueta interesante: temporalmente válidxs.

Es una de las etiquetas más realistas e inteligentes que he encontrado. La realidad del ser humano es la interdependencia.  El modo en que hemos organizado la producción de bienes e intercambio de servicios a nivel remunerado, es decir, el mercado laboral, único plano en el que nuestro trabajo da lugar a todos los derechos sociales (prestación por desempleo, pensiones contributivas) y, en definitiva, a la ciudadanía plena, deja fuera a muchísima gente.


La realidad es que nacemos totalmente dependientes. Cuando crecemos, la forma en que nos hemos organizado socialmente colabora a gestar y mantener la ilusión de que somos autosuficientes: YO compro con MI dinero los bienes y servicios que necesito. Esta forma de satisfacer las necesidades puede que oculte o al menos deje en segundo plano el hecho de que, si puedo comprar esos bienes y servicios es porque alguien los oferta. ¡Por mí misma no podría atender a todas mis necesidades!. Por otro lado, todas las personas experimentamos  las enfermedades físicas y los momentos de malestar subjetivo que no nos permiten ser “productivos”. Esos momentos son grandes oportunidades para hacernos conscientes de la realidad de la interdependencia. Pero parece que con tanta ideología liberal-individualista no es suficiente, el hechizo se mantiene y seguimos en la ilusión.

Pero existen también  los momentos en que, muchas personas, casi siempre mujeres,  se tienen que retirar o eligen retirarse de lo que se considera “el mundo productivo” para atender las necesidades de una o varias personas (niñxs, personas con enfermedades de larga duración, personas con diversidad funcional, personas mayores). Esta experiencia, al ser más duradera que una enfermedad corta o un problema puntual, ayudan en  mayor medida a hacernos conscientes de la mentira de la independencia. El feminismo ha incorporado esta experiencia tan típicamente femenina para repensarlo todo: los espacios, los tiempos, la vida…

Después, por supuesto, existe una experiencia aún más radicalmente reveladora de la estafa de la autosuficiencia individual: la que tienen las personas que tienen alguna diferencia física o mental relevante respecto de la norma y que tienen que vivir en los escenarios excluyentes y discapacitantes que hemos creado pensando sólo en satisfacer las necesidades de la norma. Llegan estas personas y, compartiendo con nosotrxs el preciado conocimiento que elaboran desde su experiencia, nos ponen la sabia etiqueta de "temporalmente válidxs".  Abramos nuestros oídos a las aportaciones del activismo que surge entre nuestrxs queridxs diversxs funcionales. No nos demos el lujo de vivir en errores que causan tanto sufrimiento.

Las personas liberales suelen criticar a las personas que mantenemos ideologías entendidas como de izquierdas, alegando o bien que tenemos mala intención (queremos limitar su sagrada libertad individual para hacer lo que les dé la gana con SUS cositas ganadas con SU trabajo, queremos robarles) o bien somos gente harto ingenua que no entendemos como funciona el mundo (el libre mercado, el progreso a través de la búsqueda individual de la propia felicidad, etc..). A la luz de la experiencia de las mujeres y de la diversidad funcional y, en realidad, a la luz de la experiencia de quien nace indefensx y llega a una edad avanzada en la que surgen grandes necesidades de atención, a la luz de quienes enferman físicamente  y de quienes padecen gran malestar subjetivo, me parece que quienes tienen que dar cuenta del realismo de sus planteamientos son ellxs.


Por tanto, unámonos lxs “improductivxs”. Hemos luchado ya demasiado tiempo separadxs y el monstruo ha crecido mucho, porque lo hemos permitido. Nos mienten: no somos autosuficientes. La autosuficiencia sólo puede pensarse en clave colectiva. Admitamos ya que nadie hace nada simplemente por sí mismx, para, a partir de esta idea,  organizarnos de un modo más justo y amigable para todxs.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Mientras más arriba más machos o A mis queridas cooperativistas.



Mientras más arriba en las cúpulas de poder, menos mujeres y más tíos más chungos, más masculinidad dominante, menos comprensión...

Esa es la interpretación que extraigo de mi reciente experiencia. Narraré dicha experiencia sin dar datos que puedan identificar a las personas o a las entidades de las que hablo, no por falta de ganas, sino por obligación profesional.

Fui contratada para dar una serie de cursos de igualdad destinados a personas pertenecientes a cooperativas agrarias. En los cursos destinados a cooperativistas en general, aunque había una mayoría de hombres, la diferencia entre las y los asistentes, no era muy grande. Las personas asistentes, tanto hombres, como mujeres, expresaban sus puntos de vista de modo ordenado y educado. En ocasiones, cuestionaban las cosas que decía, legítimamente, pero nunca expresaron una idea abiertamente misógina, ni mucho menos lo hicieron de un modo hostil. Tengo que decir que incluso algunos hombres presentes reconocían que había problemas y apoyaban algunas de mis observaciones. Tengo que decir, también, que incluso un hombre mayor dijo abiertamente que en las cooperativas había machismo, tanto en los procedimientos, como en las actitudes de algunos miembros. 

La novedad en los cursos destinados a los Consejos Rectores, es que desaparecían las mujeres o aparecían en singular: es decir, una mujer frente a 8, 9, 10 miembros en el Consejo Rector. En estos casos, me encontré con mujeres que comenzaban dando sus puntos de vista que, en muchos casos, confirmaban los datos que yo iba revelando. Si embargo, frente a las intervenciones, eso sí, siempre amigables y educadas de varios hombres, que todo lo cuestionaban y todo lo matizaban, estas mujeres que empezaban la sesión mostrando una gran habilidad y experiencia en los debates públicos (por algo llegaron a ese escalón tan masculinizado), intervenían cada vez menos hasta que asumían un papel totalmente pasivo. Será que a ellas, igual que a mí, nos resulta agotador que nieguen nuestra propia experiencia desde el lado privilegiado... 

Con todo, en este nivel no aparecieron comentarios abiertamente agresivos ni misóginos, sino simplemente una resistencia a comprender como van apareciendo barreras "invisibles" en diversas partes del camino que desembocan en Consejos Rectores con ninguna mujer o, a lo sumo, con una, así como resistencias a reconocer que, dado que en este momento histórico y en este lugar del planeta, la experiencia de ser socializado en masculino y de ser socializada en femenino, es tan diferente, y da lugar a subjetividades tan diferentes (en la mayor parte de los casos), que la representación femenina o el punto de vista femenino es imprescindible en los lugares de toma de decisiones que afectan a tod@s (porque, desde el punto de vista del género, hoy en día existen como mínimo dos grupos sociales con necesidades, problemas y puntos de vista diferentes, y el funcionamiento democrático ha de incorporarlos a todos).

Cuando subí un escalón más en la pirámide del poder, me encontré con un paraje lamentable y atemorizante. Fui a "luchar" al terreno del Consejo Rector de una especie de asociación que agrupa a varias cooperativas. Ahí, como se podrá adivinar, no había ninguna mujer. Había más hombres que expresaban las resistencias que he mencionado anteriormente y expresaban sus reticencias con más énfasis, complicando, de este modo, el progreso de la exposición. Y lo peor: aparecieron comentarios directamente machistas, agresivos y expresados con gran falta de educación. Casi al principio de la sesión, un hombre dijo, desafiante:

"Pues a mi hijo le gusta más cocinar que ir a labrar la tierra. Y a mí eso no me gusta nada. ¿Soy machista por eso?"

Cuando hablaba de que, a pesar de que las mujeres están más presentes en las cooperativas que en otro tipo de empresas, éstas seguían siendo menos que los hombres, un individuo exclamó:

"Cuando hay muchas mujeres en las empresas, sólo se puede esperar la bancarrota".

Cuando hablaba de las dificultades de las mujeres para acudir a las asambleas por los horarios establecidos, por la no asunción por parte de los hombres de las labores domésticas y de cuidados, y la mayor dificultad de las mujeres asistentes para expresar su punto de vista de un modo activo en un espacio público que funciona mediante mecanismos más "masculinos" y en el que se valora un discurso más de tipo "masculino", el mismo individuo de comentario anterior, expresó:

"Mejor así, porque donde hay mujeres hay muchos problemas", y, en algún momento del debate sobre los horarios que ignoran el trabajo reproductivo, le dijo al compañero que tenía a lado, en voz alta: "¿No ves que se nos quieren subir encima? ¡Estamos perdiendo derechos!"

En otro momento, el individuo que comenzó preguntándome si era machista, opinó: "Es que yo ya veo que hay igualdad en todo, es más, ahora los hombres de las nuevas generaciones lo tienen que hacer todo y van detrás de las mujeres por la calle, cargando a los niños, pero es que las mujeres sois muy egoístas y os queréis quedar con todo". Este mismo sujeto, a mitad de la sesión se levantó y dijo: "¿Me puedo ir ya, o es que vas a decir algo interesante en algún momento?", no sin antes dejar claro que "Yo soy como soy y a estas alturas no pienso cambiar".

Tengo que decir que se encontraba presente el representante de una cooperativa bastante grande y bastante productiva (bastante "importante" para la economía, se diría) que fue muy amable y mostraba comprensión de la problemática, interés por la misma y disposición de acción por el cambio. Cuando se presentó, aclaró, con orgullo, que la cooperativa a la que representaba fue de las primeras en tener un plan de igualdad. Algún otro asistente se mostraba también receptivo, frente a la mayoría que sólo mostraba resistencias, ya fuera de modo educado y amable, ya fuera de modo agresivo e irrespetuoso.

No me cabe en la cabeza que sujetos autores de los comentarios agresivos hacia las mujeres que acabo de compartir sean representantes de un conglomerado de cooperativas y que estén en un lugar clave en el que se toman decisiones que afectan a la vida de tantas personas.

¿En qué estamos pensando las mujeres cuando delegamos nuestros asuntos en manos de gente que expresa ese odio y esa mala voluntad hacia nosotras?

Con sujetos así, poco hay que hacer. Es un escándalo que quienes defienden sin disimulo alguno esas opiniones en el espacio público puedan ser representantes de algún colectivo. 

Ante la visión de semejante panorama, no dejo de pensar en la importancia de las cooperativas de mujeres, de las asociaciones de mujeres dentro de las cooperativas mixtas (en comunicación constante con otros grupos de mujeres) y de una legislación interna que penalice e impida que semejantes expresiones de misoginia puedan tener lugar en los lugares de toma de decisión que afectan a la vida de los hombres y las mujeres.

Me despido recomendando la lectura de un interesante artículo de María José Senent Vidal,  ¿Cómo pueden aprovechar las cooperativas el talento de las mujeres?, publicado en REVESCO, Revista de Estudios Cooperativos y disponible en varios sitios en línea. Pongo varios, dada la constante aparición y desaparición de contenidos on line:







Emilia.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Porque sí


 
La moda de querer hacer pasar el gusto propio por algo revolucionario.

Me refiero a casos como los siguientes:

Itziar Ziga explicando que le costó mucho, como feminista, reconocer que la dominación (en el terreno sexual) la ponía. Explica que, siendo hija de la sociedad jerárquica en la que vivimos, nada tiene de raro que haya personas que se exciten con ese tipo de juegos. Hasta aquí no tengo nada que objetar. Pero la del “Zulo propio” afirma que esas prácticas, auque emulen las jerarquías que rehazamos en lo polítco, no dejan de ser trasgresoras, ya que la gente se corre con aquello con lo que la querían joder (esas fueron más o menos sus palabras).  

Una transfeminista de estética gótica arengando: “Siniestrismo  barbarie”.

Hay más ejemplos como este, pero creo que es suficiente con esto.

No me parece un signo de emancipación tener que estar justificando el gusto propio, especialmente cuando hay que echar mano de argumentos bastante forzados. Hay que tener ovarios para disfrutar lo que nos gusta nada más porque sí, sin tener que dar explicaciones, reconociendo que somos fines y no medios, y que nuestro disfrute es valioso por sí mismo, aunque no sirva a ninguna otra causa supuestamente más “elevada”.

Yo vengo  de nadar. Me hace feliz nadar. Disfruto el roce del agua con mi piel y de la ingravidez. Me causa un gran placer imaginar que mis movimientos son hermosos mientras los ejecuto y ficcionar que soy un barquito en alta mar, lejos de todo. Después de nadar un buen rato y sentir los efectos de la actividad en los  músculos de mis piernas y de mis brazos, me siento poderosa, siento que podría hacer cualquier cosa que me propusiera. Me siento así de poderosa las siguientes dos o tres horas. Por eso, me he enganchado a la natación. No necesito que la natación sea trasgresora, no necesito que sea revolucionaria. Podría darle una lectura política a mi atrevimiento  de dejar todo  de lado para ir a darme un chute de drogas naturales que hacen que me crezca, ya que todo es suscepitble de una lectura política (algunas lecturas más forzadas que otras, claro). Pero no lo haré. Nado porque sí, porque me gusta, porque me sale de los ovarios y porque hago con mi vida lo que me da la gana, dentro de los límites éticos que autónomamente me he dado o he descubierto, como prefiráis.

Maka

domingo, 28 de abril de 2013

¿Discursos feministas homófobos?

En una ocasión, a Ro Ba, la Gorila Vengadora, le pidieron que redactara en un párrafo su opinión acerca de ciertos discursos elaborados dentro del Feminismo Islámico a los que subyace una homofobia "enmascarada". El calificativo "enmascarada" no es el que usaría la Gorila Vengadora, sino el utilizado por quien hizo la petición; la Gorila  más bien diría: homofobia manifiesta, aunque negada. La Gorila Vengadora redactó  más de un párrafo (lo suyo no es la síntesis). Su opinión finalmente fue resumida en dos líneas por la persona que gestionaba la información (no había espacio para más). Como quedó fuera casi todo, vamos a publicar aquí el texto completo:


En el feminismo en el que me muevo se da por hecho que la homofobia es algo rechazable y que  las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo son tan legítimas como las heterosexuales. Es verdad que el feminismo dominante no presta suficiente atención a los problemas de las lesbianas. Esto se refleja, por ejemplo, en el hecho de que es muchísimo más frecuente que se realicen manifestaciones u otros tipos de activismo a favor de la interrupción voluntaria del embarazo (problema que afecta mayoritariamente a las heterosexuales), que encontrar actos que tengan por fin exigir las medidas necesarias para que las lesbianas puedan ejercer el derecho a la maternidad. Sin embargo, de esta actitud al rechazo de la homosexualidad hay un abismo de diferencia.

Por eso me sorprendió muchísimo encontrar homofobia en el feminismo islámico.  “Homofobia” y “feminismo”, desde mi punto de vista, son conceptos mutuamente excluyentes. La homofobia que he encontrado en algunos discursos elaborados dentro del feminismo islámico adopta dos formas. En primer lugar, están aquellas feministas islámicas que, después de dejar bien claro que no están a favor de la persecución de las personas homosexuales, por no haber nada en el Corán ni en la Suna que avale ese comportamiento, dicen explícitamente que, no obstante, las prácticas homosexuales están claramente prohibidas en el Corán y que, por tanto, no son recomendables. Esta postura la defiende, por ejemplo, Yaratullah Monturiol en su libro Islam y Derechos Humanos.

Otras feministas islámicas no llegan a decir que la homosexualidad no sea recomendable, pero ante la pregunta de si las relaciones entre personas del mismo sexo son legítimas o no, guardan silencio y argumentan que en el Islam no está permitido hacer valoraciones sobre las cosas que ocurren en la vida íntima de las personas, que hacerlo sólo le corresponde a Allâh. Esta segunda opinión la he leído fundamentalmente en las redes sociales. Dado que no tengo noticia de que las personas que defienden estos puntos de vista hayan publicado algo al respecto, no voy a decir sus nombres, pero entre ellos hay alguno bastante reconocido.

Tanto las que defienden  la primera opinión, como la segunda, alegan no ser homófobas. Estas personas reducen la homofobia a la persecución de las personas homosexuales. A mí esto también me causa gran sorpresa viniendo de feministas. Las teorías feministas se caracterizan por hacer un análisis profundo de la opresión. Una feminista no considera que el machismo se reduzca a los golpes que le da un hombre a una mujer o a la arbitraria discriminación laboral que sufren las mujeres. Los análisis feministas nos advierten que esas manifestaciones de violencia y de exclusión son tan sólo la punta del iceberg;  nos enseñan que esas cosas ocurren justamente porque hay todo un aparato ideológico que minusvalora e invisibiliza a las mujeres y a lo femenino. Las cosas que ocurren en el plano simbólico afectan a la vida de las mujeres de carne y hueso. Las ideas que se tengan sobre las mujeres (sobre su valor, sobre sus capacidades) afectan a las mujeres de carne y hueso. Este esquema funciona también con la homofobia. Las ideas que se tengan acerca de las personas homosexuales y de las prácticas homosexuales, repercuten en la vida de las personas homosexuales. Decir que las relaciones homosexuales no son recomendables, decir que no son legítimas y considerar que no son tan buenas como las heterosexuales, es el campo de cultivo para las agresiones físicas, para la persecución y la discriminación de las personas homosexuales a nivel legal y no legal.  Es, ni más ni menos, que el discurso en el que se sustentan y constituye ya, en sí mismo, una violencia.

Sin entrar a valorar el modo que tiene el Islam de regular las relaciones sexuales, hay que destacar que las personas musulmanas conceden gran importancia al matrimonio, al punto de que afirman que éste constituye la mitad del Din. Es de suponer, por tanto, que una persona musulmana homosexual, por ser homosexual, no va a dejar de darle gran valor a ese tipo de unión amorosa y deseará también realizar la mitad de su Din. Afirmar que algo que es tan preciado dentro del colectivo es sólo moralmente aceptable si se da entre heterosexuales, o no atreverse a decir que es igual de aceptable si  ocurre entre personas homosexuales, ¿no es discriminatorio, no es esto homofóbico, aunque se exija que las personas musulmanas homosexuales no sean perseguidas?. ¿Está esto en línea con las palabras que el Hadiz atribuye a Muhammad, según las cuales, se ha de desear a las demás personas lo que se quiere para un@ mism@?. 


Afortunadamente rechazar estas ideas no implica rechazar en bloque el feminismo islámico, ya que, tal y como ha demostrado Abdenur Prado en El islam anterior al Islam, el Corán y los Hadices admiten interpretaciones no homófobas. Estas interpretaciones demuestran que la homofobia no es inherente al Islam y que, por tanto, el diálogo con el feminismo islámico es no sólo una posibilidad, sino algo obligado en la agenda.

Ro Ba, la Gorila Vengadora.

martes, 2 de abril de 2013

De Isaac Bashevis Singer o De socialistas-machistas, feministas-omnívoras y animalistas-capitalistas.



Lo que voy a decir, va a chocar a much@s de los mí@s.

Hay personas que viven más o menos despreocupadas, atendiendo sólo a sus asuntos y los asuntos de las personas que tienen más cerca. Otras, se adhieren a las más diversas causas que consideran justas e importantes, de modos muy diversos. Dentro de este grupo de personas, es frecuente encontrar un gran rechazo a toda aquella persona que sostenga  alguna idea que se considere grave, una idea ante la que no haya disposición a hacer ninguna concesión. No me refiero a rechazar la idea en cuestión con rotundidad (cosa que, sin duda, hay que hacer por honestidad y coherencia), sino a rechazar a la persona por completo, negándose a dialogar con ella sobre cualquier cuestión, incluso sobre los asuntos en los que se está de acuerdo; me refiero a derrumbar de golpe e irreversiblemente  los puentes que de hecho están ahí, ya tendidos y a renunciar a toda clase de colaboración. Es posible que todas las personas caigamos en ello algunas o muchas veces. Pero el rechazo del que yo hablo ahora es consciente y defendido, no  inconsciente ni oculto. Se tiene la idea de que eso es lo que hay que hacer: “No tengo por qué tomar en consideración la opinión de  un fascista de mierda”, “No me cites a ese autor porque es un misógino, da igual cuánto criticara al capitalismo y cuanto pueda aportar a la solución de este problema concreto en el que estamos de acuerdo”, “Las palabras de ese individuo son hermosas, sí, ¿pero sabías que era un racista?.”, “No queremos que venga a la asamblea X persona, porque, su idea acerca de Y es intolerable. ¡No tenemos por qué soportar eso!.”, etc… etc… etc… Espero que quede claro a qué me refiero con estos ejemplos.

Lanzo un pregunta (retórica) que sé que tendrá poca aceptación. ¿Tiene esto sentido?. Si bien no podemos dejar de criticar las ideas erróneas que las personas sostienen, rechazar en bloque todo el pensamiento y la acción de una persona por tener una falta  en su pensamiento o acción que consideramos muy grave, es un error, a mi juicio. Además de ser una falacia lógica, pero eso es otro tema.

Isaac Bashevis. El escritor judío de Varsovia.

El escritor que nunca renunció a la lengua yiddish, ni cuando vivía en Estados Unidos.

El que dio vida a personajes lésbicos y travestis en sus relatos (eso dicen, yo aún no dí con los relatos en cuestión, ni sé cómo trata el tema, pero hay que señalar que al menos los visibliza).

El que se inspiraba en su propia tradición judía centro-europea y en las leyendas de su comunidad, pero siempre con un toque disidente.

El conservador anti-socialista.

El vegetariano convencido que dijo que para los animales todos somos nazis y que para ellos  siempre era Treblinka (Treblinka fue un campo de concentración nazi).

Las feministas nos enfadamos cuando, en uno de sus entretenidos y bien construidos  relatos, Bashevis nos quiere hacer creer que es posible que una mujer  pronto se recupere de la violencia consistente en que un  hombre la obligara a mantener relaciones sexuales haciéndole creer que era un demonio y que la perjudicaría gravemente si ésta se negaba. Bashevis nos quiso hacer creer que Taibele, poco después de esa primera noche con el falso demonio, se enamoró del mismo gracias a su “delicado trato” y lo echaba en falta las noches que no se metía en su cama, a oscuras, para no delatar su verdadera identidad.

L@s socialistas y las feministas nos enfadamos cuando Bashevis niega la opresión de clase y cuando ignora  la interdependencia de todos los seres humanos, con sus puntos de vista políticos basados en una idea de individuo que es irreal y que es androcéntrica (fruto del delirante liberalismo burgués).

Pero la mayor parte de l@s socialistas y la mayor parte de las feministas no ven que para los animales todos los seres humanos somos nazis y que para ellos siempre es Treblinka. Algun@s afirman ser conscientes de ello, pero no actúan en consecuencia, cosa que sí hizo Bashevis, desvinculándose de oprimir directamente a los individuos que más sufren.

Así pues, ¿quién es mejor?. ¿A quién excluimos, a quién ignoramos, a quién negamos?.

Yo no pongo una opresión por encima de otra, porque intento (no sé hasta qué punto lo consiga) no mirarme al ombligo ni como mujer, ni como ser humano.

Además, sostengo que dañar directamente y conscientemente a alguien (golpear a una mujer con saña y con el objeto de hacerla sufrir, comerse a un animal previamente torturado y privado de su libertad, etc…) es más reprobable que dañar indirecta y quizás inconscientemente (a través de la legitimación de diversas estructuras de opresión que perjudican a determinados colectivos, por ejemplo).

No digo que siempre se sufra más de un modo que de otro, no se puede hacer una afirmación tan general sobre las diversas situaciones y escenarios en los que  sufren los individuos.  Hablo sólo de la valoración moral de la acción en sí en un caso u en otro. A veces, una persona apoya el liberalismo económico porque sinceramente piensa que éste trae más bienestar a la larga a todas las personas. Pero nadie en su sano juicio puede creer que privar de su libertar, torturar y comerse a un individuo sólo porque sabe bien (por capricho) es mejor para ese individuo que dejarlo en paz. Aquí la falta no tiene excusa ni atenuante si se es consciente de que ese sufrimiento es totalmente innecesario y gratuito (es decir, si se sabe que se puede llevar una vida sana sin explotar a los animales).

Para mí Bashevis es tan respetable como una feminista y como lxs socialistas del mundo. Igual que no tiro a la basura las agudas e importantísimas (aunque sesgadas)  observaciones de Marx por no ser feministas o porque tuviera una sirvienta, igual que no desprecio el pensamiento y el activismo de feministas conocidas como Kate Millet, Nancy Fraser o Iris Marion Young  (autoras cuyos acertados y muy relevantes  análisis  aún no gozan del reconocimiento que merecen fuera del feminismo, para gran vergüenza de la filosofía política y de la intelectualidad en general) o de feministas y activistas  anónimas, como todas las que están transformando el mundo desinteresadamente todos los días, por jugar el papel de verdugas en la terrible cuestión animal,  tampoco tiro a la basura al buen Bashevis y lo reivindico: por hacer lo que pocos seres humanos, socialistas y feministas, hacen (dejar de mancharse las manos de sangre por un capricho!!),  por no renunciar nunca a la lengua yiddish y por no importarle el escándalo que podría causar en la comunidad a la que se sentía tan vinculado y de la que nunca se separó, comparando el genocidio judío con el genocidio animal e introduciendo siempre provocaciones en sus relatos. Tengo que decir, para mérito del escritor vegetariano, que su familia era ortodoxa.