lunes, 23 de septiembre de 2013

Interdependientes somos, interdependientes seremos o La rebelión de lxs "improdutivxs".

Leí ayer que algunos grupos de personas activistas con diversidad  funcional nos ponen a quienes no tenemos en este momento problemas de integración y limitaciones en la elección de nuestros destinos  por causa de alguna divergencia física respecto de la norma establecida (osea, lxs que se entiende que no tenemos diversidad funcional) una etiqueta interesante: temporalmente válidxs.

Es una de las etiquetas más realistas e inteligentes que he encontrado. La realidad del ser humano es la interdependencia.  El modo en que hemos organizado la producción de bienes e intercambio de servicios a nivel remunerado, es decir, el mercado laboral, único plano en el que nuestro trabajo da lugar a todos los derechos sociales (prestación por desempleo, pensiones contributivas) y, en definitiva, a la ciudadanía plena, deja fuera a muchísima gente.


La realidad es que nacemos totalmente dependientes. Cuando crecemos, la forma en que nos hemos organizado socialmente colabora a gestar y mantener la ilusión de que somos autosuficientes: YO compro con MI dinero los bienes y servicios que necesito. Esta forma de satisfacer las necesidades puede que oculte o al menos deje en segundo plano el hecho de que, si puedo comprar esos bienes y servicios es porque alguien los oferta. ¡Por mí misma no podría atender a todas mis necesidades!. Por otro lado, todas las personas experimentamos  las enfermedades físicas y los momentos de malestar subjetivo que no nos permiten ser “productivos”. Esos momentos son grandes oportunidades para hacernos conscientes de la realidad de la interdependencia. Pero parece que con tanta ideología liberal-individualista no es suficiente, el hechizo se mantiene y seguimos en la ilusión.

Pero existen también  los momentos en que, muchas personas, casi siempre mujeres,  se tienen que retirar o eligen retirarse de lo que se considera “el mundo productivo” para atender las necesidades de una o varias personas (niñxs, personas con enfermedades de larga duración, personas con diversidad funcional, personas mayores). Esta experiencia, al ser más duradera que una enfermedad corta o un problema puntual, ayudan en  mayor medida a hacernos conscientes de la mentira de la independencia. El feminismo ha incorporado esta experiencia tan típicamente femenina para repensarlo todo: los espacios, los tiempos, la vida…

Después, por supuesto, existe una experiencia aún más radicalmente reveladora de la estafa de la autosuficiencia individual: la que tienen las personas que tienen alguna diferencia física o mental relevante respecto de la norma y que tienen que vivir en los escenarios excluyentes y discapacitantes que hemos creado pensando sólo en satisfacer las necesidades de la norma. Llegan estas personas y, compartiendo con nosotrxs el preciado conocimiento que elaboran desde su experiencia, nos ponen la sabia etiqueta de "temporalmente válidxs".  Abramos nuestros oídos a las aportaciones del activismo que surge entre nuestrxs queridxs diversxs funcionales. No nos demos el lujo de vivir en errores que causan tanto sufrimiento.

Las personas liberales suelen criticar a las personas que mantenemos ideologías entendidas como de izquierdas, alegando o bien que tenemos mala intención (queremos limitar su sagrada libertad individual para hacer lo que les dé la gana con SUS cositas ganadas con SU trabajo, queremos robarles) o bien somos gente harto ingenua que no entendemos como funciona el mundo (el libre mercado, el progreso a través de la búsqueda individual de la propia felicidad, etc..). A la luz de la experiencia de las mujeres y de la diversidad funcional y, en realidad, a la luz de la experiencia de quien nace indefensx y llega a una edad avanzada en la que surgen grandes necesidades de atención, a la luz de quienes enferman físicamente  y de quienes padecen gran malestar subjetivo, me parece que quienes tienen que dar cuenta del realismo de sus planteamientos son ellxs.


Por tanto, unámonos lxs “improductivxs”. Hemos luchado ya demasiado tiempo separadxs y el monstruo ha crecido mucho, porque lo hemos permitido. Nos mienten: no somos autosuficientes. La autosuficiencia sólo puede pensarse en clave colectiva. Admitamos ya que nadie hace nada simplemente por sí mismx, para, a partir de esta idea,  organizarnos de un modo más justo y amigable para todxs.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Mientras más arriba más machos o A mis queridas cooperativistas.



Mientras más arriba en las cúpulas de poder, menos mujeres y más tíos más chungos, más masculinidad dominante, menos comprensión...

Esa es la interpretación que extraigo de mi reciente experiencia. Narraré dicha experiencia sin dar datos que puedan identificar a las personas o a las entidades de las que hablo, no por falta de ganas, sino por obligación profesional.

Fui contratada para dar una serie de cursos de igualdad destinados a personas pertenecientes a cooperativas agrarias. En los cursos destinados a cooperativistas en general, aunque había una mayoría de hombres, la diferencia entre las y los asistentes, no era muy grande. Las personas asistentes, tanto hombres, como mujeres, expresaban sus puntos de vista de modo ordenado y educado. En ocasiones, cuestionaban las cosas que decía, legítimamente, pero nunca expresaron una idea abiertamente misógina, ni mucho menos lo hicieron de un modo hostil. Tengo que decir que incluso algunos hombres presentes reconocían que había problemas y apoyaban algunas de mis observaciones. Tengo que decir, también, que incluso un hombre mayor dijo abiertamente que en las cooperativas había machismo, tanto en los procedimientos, como en las actitudes de algunos miembros. 

La novedad en los cursos destinados a los Consejos Rectores, es que desaparecían las mujeres o aparecían en singular: es decir, una mujer frente a 8, 9, 10 miembros en el Consejo Rector. En estos casos, me encontré con mujeres que comenzaban dando sus puntos de vista que, en muchos casos, confirmaban los datos que yo iba revelando. Si embargo, frente a las intervenciones, eso sí, siempre amigables y educadas de varios hombres, que todo lo cuestionaban y todo lo matizaban, estas mujeres que empezaban la sesión mostrando una gran habilidad y experiencia en los debates públicos (por algo llegaron a ese escalón tan masculinizado), intervenían cada vez menos hasta que asumían un papel totalmente pasivo. Será que a ellas, igual que a mí, nos resulta agotador que nieguen nuestra propia experiencia desde el lado privilegiado... 

Con todo, en este nivel no aparecieron comentarios abiertamente agresivos ni misóginos, sino simplemente una resistencia a comprender como van apareciendo barreras "invisibles" en diversas partes del camino que desembocan en Consejos Rectores con ninguna mujer o, a lo sumo, con una, así como resistencias a reconocer que, dado que en este momento histórico y en este lugar del planeta, la experiencia de ser socializado en masculino y de ser socializada en femenino, es tan diferente, y da lugar a subjetividades tan diferentes (en la mayor parte de los casos), que la representación femenina o el punto de vista femenino es imprescindible en los lugares de toma de decisiones que afectan a tod@s (porque, desde el punto de vista del género, hoy en día existen como mínimo dos grupos sociales con necesidades, problemas y puntos de vista diferentes, y el funcionamiento democrático ha de incorporarlos a todos).

Cuando subí un escalón más en la pirámide del poder, me encontré con un paraje lamentable y atemorizante. Fui a "luchar" al terreno del Consejo Rector de una especie de asociación que agrupa a varias cooperativas. Ahí, como se podrá adivinar, no había ninguna mujer. Había más hombres que expresaban las resistencias que he mencionado anteriormente y expresaban sus reticencias con más énfasis, complicando, de este modo, el progreso de la exposición. Y lo peor: aparecieron comentarios directamente machistas, agresivos y expresados con gran falta de educación. Casi al principio de la sesión, un hombre dijo, desafiante:

"Pues a mi hijo le gusta más cocinar que ir a labrar la tierra. Y a mí eso no me gusta nada. ¿Soy machista por eso?"

Cuando hablaba de que, a pesar de que las mujeres están más presentes en las cooperativas que en otro tipo de empresas, éstas seguían siendo menos que los hombres, un individuo exclamó:

"Cuando hay muchas mujeres en las empresas, sólo se puede esperar la bancarrota".

Cuando hablaba de las dificultades de las mujeres para acudir a las asambleas por los horarios establecidos, por la no asunción por parte de los hombres de las labores domésticas y de cuidados, y la mayor dificultad de las mujeres asistentes para expresar su punto de vista de un modo activo en un espacio público que funciona mediante mecanismos más "masculinos" y en el que se valora un discurso más de tipo "masculino", el mismo individuo de comentario anterior, expresó:

"Mejor así, porque donde hay mujeres hay muchos problemas", y, en algún momento del debate sobre los horarios que ignoran el trabajo reproductivo, le dijo al compañero que tenía a lado, en voz alta: "¿No ves que se nos quieren subir encima? ¡Estamos perdiendo derechos!"

En otro momento, el individuo que comenzó preguntándome si era machista, opinó: "Es que yo ya veo que hay igualdad en todo, es más, ahora los hombres de las nuevas generaciones lo tienen que hacer todo y van detrás de las mujeres por la calle, cargando a los niños, pero es que las mujeres sois muy egoístas y os queréis quedar con todo". Este mismo sujeto, a mitad de la sesión se levantó y dijo: "¿Me puedo ir ya, o es que vas a decir algo interesante en algún momento?", no sin antes dejar claro que "Yo soy como soy y a estas alturas no pienso cambiar".

Tengo que decir que se encontraba presente el representante de una cooperativa bastante grande y bastante productiva (bastante "importante" para la economía, se diría) que fue muy amable y mostraba comprensión de la problemática, interés por la misma y disposición de acción por el cambio. Cuando se presentó, aclaró, con orgullo, que la cooperativa a la que representaba fue de las primeras en tener un plan de igualdad. Algún otro asistente se mostraba también receptivo, frente a la mayoría que sólo mostraba resistencias, ya fuera de modo educado y amable, ya fuera de modo agresivo e irrespetuoso.

No me cabe en la cabeza que sujetos autores de los comentarios agresivos hacia las mujeres que acabo de compartir sean representantes de un conglomerado de cooperativas y que estén en un lugar clave en el que se toman decisiones que afectan a la vida de tantas personas.

¿En qué estamos pensando las mujeres cuando delegamos nuestros asuntos en manos de gente que expresa ese odio y esa mala voluntad hacia nosotras?

Con sujetos así, poco hay que hacer. Es un escándalo que quienes defienden sin disimulo alguno esas opiniones en el espacio público puedan ser representantes de algún colectivo. 

Ante la visión de semejante panorama, no dejo de pensar en la importancia de las cooperativas de mujeres, de las asociaciones de mujeres dentro de las cooperativas mixtas (en comunicación constante con otros grupos de mujeres) y de una legislación interna que penalice e impida que semejantes expresiones de misoginia puedan tener lugar en los lugares de toma de decisión que afectan a la vida de los hombres y las mujeres.

Me despido recomendando la lectura de un interesante artículo de María José Senent Vidal,  ¿Cómo pueden aprovechar las cooperativas el talento de las mujeres?, publicado en REVESCO, Revista de Estudios Cooperativos y disponible en varios sitios en línea. Pongo varios, dada la constante aparición y desaparición de contenidos on line:







Emilia.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Porque sí


 
La moda de querer hacer pasar el gusto propio por algo revolucionario.

Me refiero a casos como los siguientes:

Itziar Ziga explicando que le costó mucho, como feminista, reconocer que la dominación (en el terreno sexual) la ponía. Explica que, siendo hija de la sociedad jerárquica en la que vivimos, nada tiene de raro que haya personas que se exciten con ese tipo de juegos. Hasta aquí no tengo nada que objetar. Pero la del “Zulo propio” afirma que esas prácticas, auque emulen las jerarquías que rehazamos en lo polítco, no dejan de ser trasgresoras, ya que la gente se corre con aquello con lo que la querían joder (esas fueron más o menos sus palabras).  

Una transfeminista de estética gótica arengando: “Siniestrismo  barbarie”.

Hay más ejemplos como este, pero creo que es suficiente con esto.

No me parece un signo de emancipación tener que estar justificando el gusto propio, especialmente cuando hay que echar mano de argumentos bastante forzados. Hay que tener ovarios para disfrutar lo que nos gusta nada más porque sí, sin tener que dar explicaciones, reconociendo que somos fines y no medios, y que nuestro disfrute es valioso por sí mismo, aunque no sirva a ninguna otra causa supuestamente más “elevada”.

Yo vengo  de nadar. Me hace feliz nadar. Disfruto el roce del agua con mi piel y de la ingravidez. Me causa un gran placer imaginar que mis movimientos son hermosos mientras los ejecuto y ficcionar que soy un barquito en alta mar, lejos de todo. Después de nadar un buen rato y sentir los efectos de la actividad en los  músculos de mis piernas y de mis brazos, me siento poderosa, siento que podría hacer cualquier cosa que me propusiera. Me siento así de poderosa las siguientes dos o tres horas. Por eso, me he enganchado a la natación. No necesito que la natación sea trasgresora, no necesito que sea revolucionaria. Podría darle una lectura política a mi atrevimiento  de dejar todo  de lado para ir a darme un chute de drogas naturales que hacen que me crezca, ya que todo es suscepitble de una lectura política (algunas lecturas más forzadas que otras, claro). Pero no lo haré. Nado porque sí, porque me gusta, porque me sale de los ovarios y porque hago con mi vida lo que me da la gana, dentro de los límites éticos que autónomamente me he dado o he descubierto, como prefiráis.

Maka