Lo que voy a decir, va a chocar a much@s de los mí@s.
Hay personas que viven más o menos despreocupadas, atendiendo sólo a sus
asuntos y los asuntos de las personas que tienen más cerca. Otras, se adhieren
a las más diversas causas que consideran justas e importantes, de modos muy
diversos. Dentro de este grupo de personas, es frecuente encontrar un gran rechazo
a toda aquella persona que sostenga alguna
idea que se considere grave, una idea ante la que no haya disposición a hacer
ninguna concesión. No me refiero a rechazar la idea en cuestión con rotundidad
(cosa que, sin duda, hay que hacer por honestidad y coherencia), sino a
rechazar a la persona por completo, negándose a dialogar con ella sobre
cualquier cuestión, incluso sobre los asuntos en los que se está de acuerdo; me
refiero a derrumbar de golpe e irreversiblemente los puentes que de hecho están ahí, ya
tendidos y a renunciar a toda clase de colaboración. Es posible que todas las
personas caigamos en ello algunas o muchas veces. Pero el rechazo del que yo
hablo ahora es consciente y defendido, no inconsciente ni oculto. Se tiene la idea de
que eso es lo que hay que hacer: “No tengo por qué tomar en consideración la
opinión de un fascista de mierda”, “No
me cites a ese autor porque es un misógino, da igual cuánto criticara al
capitalismo y cuanto pueda aportar a la solución de este problema concreto en
el que estamos de acuerdo”, “Las palabras de ese individuo son hermosas, sí, ¿pero
sabías que era un racista?.”, “No queremos que venga a la asamblea X persona,
porque, su idea acerca de Y es intolerable. ¡No tenemos por qué soportar eso!.”,
etc… etc… etc… Espero que quede claro a qué me refiero con estos ejemplos.
Lanzo un pregunta (retórica) que sé que tendrá poca aceptación. ¿Tiene esto
sentido?. Si bien no podemos dejar de criticar las ideas erróneas que las
personas sostienen, rechazar en bloque todo el pensamiento y la acción de una
persona por tener una falta en su
pensamiento o acción que consideramos muy grave, es un error, a mi juicio. Además
de ser una falacia lógica, pero eso es otro tema.
Isaac Bashevis. El escritor judío de Varsovia.
El escritor que nunca renunció a la lengua yiddish, ni cuando vivía en
Estados Unidos.
El que dio vida a personajes lésbicos y travestis en sus relatos (eso
dicen, yo aún no dí con los relatos en cuestión, ni sé cómo trata el tema, pero
hay que señalar que al menos los visibliza).
El que se inspiraba en su propia tradición judía centro-europea y en las
leyendas de su comunidad, pero siempre con un toque disidente.
El conservador anti-socialista.
El vegetariano convencido que dijo que para los animales todos somos nazis
y que para ellos siempre era Treblinka
(Treblinka fue un campo de concentración nazi).
Las feministas nos enfadamos cuando, en uno de sus entretenidos y bien
construidos relatos, Bashevis nos quiere
hacer creer que es posible que una mujer pronto se recupere de la violencia consistente
en que un hombre la obligara a mantener
relaciones sexuales haciéndole creer que era un demonio y que la perjudicaría
gravemente si ésta se negaba. Bashevis nos quiso hacer creer que Taibele, poco
después de esa primera noche con el falso demonio, se enamoró del mismo gracias
a su “delicado trato” y lo echaba en falta las noches que no se metía en su
cama, a oscuras, para no delatar su verdadera identidad.
L@s socialistas y las feministas nos enfadamos cuando Bashevis niega la
opresión de clase y cuando ignora la
interdependencia de todos los seres humanos, con sus puntos de vista políticos
basados en una idea de individuo que es irreal y que es androcéntrica (fruto
del delirante liberalismo burgués).
Pero la mayor parte de l@s socialistas y la mayor parte de las feministas
no ven que para los animales todos los seres humanos somos nazis y que para
ellos siempre es Treblinka. Algun@s afirman ser conscientes de ello, pero no
actúan en consecuencia, cosa que sí hizo Bashevis, desvinculándose de oprimir
directamente a los individuos que más sufren.
Así pues, ¿quién es mejor?. ¿A quién excluimos, a quién ignoramos, a quién
negamos?.
Yo no pongo una opresión por encima de otra, porque intento (no sé hasta qué
punto lo consiga) no mirarme al ombligo ni como mujer, ni como ser humano.
Además, sostengo que dañar directamente y conscientemente a alguien
(golpear a una mujer con saña y con el objeto de hacerla sufrir, comerse a un
animal previamente torturado y privado de su libertad, etc…) es más reprobable
que dañar indirecta y quizás inconscientemente (a través de la legitimación de
diversas estructuras de opresión que perjudican a determinados colectivos, por
ejemplo).
No digo que siempre se sufra más de un modo que de otro, no se puede hacer
una afirmación tan general sobre las diversas situaciones y escenarios en los
que sufren los individuos. Hablo sólo de la valoración moral de la acción
en sí en un caso u en otro. A veces, una persona apoya el liberalismo económico
porque sinceramente piensa que éste trae más bienestar a la larga a todas las
personas. Pero nadie en su sano juicio puede creer que privar de su libertar,
torturar y comerse a un individuo sólo porque sabe bien (por capricho) es mejor
para ese individuo que dejarlo en paz. Aquí la falta no tiene excusa ni
atenuante si se es consciente de que ese sufrimiento es totalmente innecesario y
gratuito (es decir, si se sabe que se puede llevar una vida sana sin explotar a
los animales).
Para mí Bashevis es tan respetable como una feminista y como lxs
socialistas del mundo. Igual que no tiro a la basura las agudas e importantísimas
(aunque sesgadas) observaciones de Marx
por no ser feministas o porque tuviera una sirvienta, igual que no desprecio el
pensamiento y el activismo de feministas conocidas como Kate Millet, Nancy Fraser
o Iris Marion Young (autoras cuyos
acertados y muy relevantes análisis aún no gozan del reconocimiento que merecen
fuera del feminismo, para gran vergüenza de la filosofía política y de la
intelectualidad en general) o de feministas y activistas anónimas, como todas las que están transformando
el mundo desinteresadamente todos los días, por jugar el papel de verdugas en
la terrible cuestión animal, tampoco tiro
a la basura al buen Bashevis y lo reivindico: por hacer lo que pocos seres
humanos, socialistas y feministas, hacen (dejar de mancharse las manos de
sangre por un capricho!!), por no
renunciar nunca a la lengua yiddish y por no importarle el escándalo que podría
causar en la comunidad a la que se sentía tan vinculado y de la que nunca se
separó, comparando el genocidio judío con el genocidio animal e introduciendo
siempre provocaciones en sus relatos. Tengo que decir, para mérito del escritor
vegetariano, que su familia era ortodoxa.
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