domingo, 30 de septiembre de 2012

El peligro de las jaulas o "hámster" como categoría política.



Hola,

Escribo esto para las personas que son responsables del bienestar de un hámster o que piensan serlo en el futuro. El objetivo fundamental de este escrito es alertar sobre los peligros de las jaulas,  dando argumentos al respecto y contando un caso concreto en el que una hermosa hámster, muy resistente y con muchas ganas de vivir, sufrió un grave accidente que le costó la vida por causa de vivir en una jaula.

Lala, la hámster en cuestión, llegó a mi vida hace unos meses. La acogí en calidad de “refugiada”  porque tenía un tumor enorme y las personas que se hacían cargo de ella en ese entonces no la llevaban al veterinario. Decidí, pues, hacerme yo cargo de su problema. Digo que la “acogí” porque no la compré. No estoy a favor de la compra-venta de animales, porque no son cosas. Tampoco estoy a favor de privarlos de su libertad para satisfacer caprichos humanos ni de hacer que los animales en cautiverio se reproduzcan para perpetuar esa casta de esclavos formada por lo que llamamos “mascotas” (pueden ser esclavos bien tratados o mal tratados, dependiendo del “amo” que les haya tocado, pero no dejan de ser esclavos, ya que no son libres, y en todas las cosas dependen absolutamente de lo que decida su “amo”).  Y digo “refugiada”, tomando el término de Gary Francione (teórico de los derechos de los animales), porque Lala, efectivamente, de no estar bajo mis cuidados, habría muerto. Era, pues, una refugiada en  mi casa. Una refugiada muy querida.

Intenté darle a Lala la mejor vida que pude. La operación del tumor fue exitosa y se recuperó bien. El veterinario estaba muy contento y sorprendido de que Lala hubiera sobrevivido a la extracción de un tumor que medía tanto como una tercera parte de su cuerpo. Él me había advertido que las operaciones en el caso de los hámsters tenían muchos riesgos, aunque entre estos riesgos sólo me mencionó que era muy probable que no despertaran de la anestesia, por la gran dificultad que hay al regular las cantidades que hay que administrar a estos pequeños animales.

Lala fue muy feliz durante un tiempo. Leí todo lo que pude en internet sobre los hásmters y compré un par de libros para estar bien informada. En ningún sitio encontré una advertencia seria acerca de los riesgos de las jaulas, por eso escribo esto. Me informé sobre las enfermedades comunes de estos animales. En concreto me informe sobre el hámster phodopus singorus (también conocido como “ruso” o “siberiano”, un tipo de hámster enano) por ser mi amiga Lala un ejemplar de ese tipo.  Leí sobre las enfermedades típicas de estos animales para evitar las más peligrosas. Siempre se hacía énfasis en evitar diarreas, que pueden resultar mortales, así como resfriados. Se decía también que es común que los hámsters sufrieran fracturas, dado su carácter inquieto, pero en ningún lugar se advertía  lo suficiente acerca de las consecuencias de este tipo de accidentes. La verdad es que es muy difícil que un hámster se recupere de una fractura, aún más si la fractura es externa (es decir, si el hueso sale y queda al aire por haber roto la piel), por la sencilla razón de que, ante una fractura externa, lo único que se pude hacer es practicar una amputación. La cuestión es que, pese a que Lala haya salido airosa de su primera cirugía (la del tumor gigante al que me referí antes), las cirugías suelen ser un asunto muy, muy grave en los hámsters, más de lo que yo creía y más de lo que una puede deducir de la información que hay por ahí disponible. LOS HÁSMTERS TIENDEN A COMERSE LOS PUNTOS, de tal modo que es muy difícil que las heridas curen y cierren. Por tanto, HAY QUE EVITAR A TODA COSTA QUE ESTOS ANIMALITOS TENGAN FRACTURAS. Las fracturas, no son un asunto menor. En los libros sobre hásmters y las páginas en internet de información general sobre estos animales, debería hacerse énfasis en este hecho.  La fractura no fue un asunto menor en el caso de Lala y, leyendo el testimonio de otras personas preocupadas por sus amigos-animales, el caso de Lala no es aislado, sino común. Y LAS JAULAS, NO SON LA CASA IDEAL PARA EVITAR LAS FATÍDICAS FRACTURAS. POR FAVOR, HACED CASO DE ESTO.

A continuación, narro con gran dolor el triste final de mi amiga Lala, con intención de concienciar sobre los riesgos de las jaulas. Ya que no pude hacer nada por Lala, al menos quiero evitarle un sufrimiento similar a otros hámsters y a otras amigas y amigos humanos de los hámsters.

Cuando Lala al fin se recuperó de la operación en la que le extrajeron el tumor, me concentré en proporcionarle una vida lo más agradable posible ya que, al hacerme yo cargo de ella, consideré que esa era mi responsabilidad. Habilité una zona de seguridad donde ella podía salir a pasear un poquito todos los días – siempre bajo vigilancia: si no tienes tiempo de vigilarla y no hay un sitio 100% seguro sin agujeros por los que se pueda escapar, NOLO HAGAS, ten en cuenta que estos animales son muy escurridizos y, allí donde les cabe la cabecita, les cabe el resto del cuerpo, aunque no lo parezca; toma en cuenta que  son extremadamente curiosos y sienten gran debilidad por meterse en sitios pequeños, no te la juegues…-, le compré una ruedita de esas con las que puede pasear por toda la casa sin peligro (su ruedita-coche, como le llamaba yo; rueda externa de ejercicio, creo que la llaman en el mercado) y le compré una jaula que me pareció estupenda, en la que introducía diversos juguetes (tanto comprados, como de elaboración propia) para hacer su vida más amena, estimulante e interesante (túneles, cosas para subir y bajar, escondrijos varios, saquitos colgados rellenos de alimentos que le gustan para que se entretuviera intentando sacar su contenido, etc….),. Decidí comprar una jaula en lugar de un terrario/acuario porque observé que a Lala le encantaba escalar y pensé que así estaría más divertida. Como leí acerca de la posibilidad de fracturas por caídas dentro de la jaula, puse una serie de redes en los puntos peligrosos: la jaula era de 3 niveles, de tal modo que había algunos puntos en que las posibles caídas necesariamente tendrían lugar  desde una gran altura. Observé que esto funcionaba y consideré que la jaula, así acondicionada, ya no era peligrosa. LO QUE NO SABÍA YO, NI IMAGINABA EN ABSOLUTO, ERA QUE LAS CAÍDAS DESDE LUGARES ALTOS NO ERAN EL ÚNICO PELIGRO PRESENTE EN LAS JAULAS.

El 28 de septiembre me levanté al baño a las 5:30 AM. Me encontré con algo horrible: Lala tenía una patita atrapada en la pequeña rendija que había debajo de la puerta de la jaula. No sé cómo pudo meter ahí la pata. Ella luchaba por liberarse. Había sangre. Abrí de inmediato la jaula. La cogí. Le ví la pata llena de sangre. Se la limpié con agua oxigenada (lo hice con agua oxigenada porque, después de la extracción del  tumor, que tuve que hacer curas todos los días con agua oxígenada y Betadine) y vi que tenía la pata rota y el hueso salido. Desinfecté también con Betadine y comprobé que ya no sangraba más. La puse en un barreño de plástico  bien limpio con mucho papel de cocina para que estuviera tranquila (le gustaba meterse debajo del papel). La puse en el barreño para que estuviera en un sitio 100% limpio, sin serrín, heno, heces, etc… y para que no se moviera mucho ni intentara escalar (en otra ocasión leí que ante una fractura había que intentar que el animal estuviera quieto y tranquilo, sin muchas distracciones que lo invitaran a moverse).  Esperé unas horas para llamar al teléfono de emergencia del veterinario (un hombre estupendo que hace lo que puede por los animales). Me citó a las 11AM. Tal y como yo lo temía, no había otra alternativa más que la amputación. Otra vez, cirugía.

Esta vez las cosas no salieron bien. Lala sobrevivió a la anestesia, pero una hora después de estar en casa, se había comido ya todos los puntos. Llamé al veterinario. A pesar de ya no estar en sus horas de trabajo, atendió a Lala por ser una emergencia. Le volvió a poner los puntos, así, sin anestesia. Y le puso también tres grapas. Fue horrible: los gestos de dolor de Lala eran impactantes y hasta le temblaban las patitas. El veterinario me dijo que el problema con los roedores era que tendían a comerse los puntos; que lo raro era que en la primera cirugía esto no hubiera ocurrido. Dijo que eso era muy problemático. Me explicó que la única función que cumplían las grapas era mantenerla entretenida. Si ella intentaba quitarse las grapas, dejaría en paz los puntos, que eran los que en realidad hacían que la piel cerrara. Tardé 20 minutos en llegar a casa. En cuanto llegué, revisé a  Lala y, en ese breve tiempo, ¡se había quitado ya dos grapas!. Comprendí la gravedad del asunto. Si no hacía algo, en poco tiempo tendría otra vez la herida abierta. La cogí y no la solté (para evitar que volviera a quitarse los puntos). Llamé a una amiga para que me ayudara, ya que, siempre que soltaba a Lala, tres segundos después ya estaba intentando quitarse la grapa y los puntos. Me fui a su casa con materiales variados para intentar construirle algo que le impidiera quitarse los puntos: cartones, telas, hilos, etc… Intentamos hacerle trajecitos y cosas así, pero todo era inútil. Era imposible ponerle los trajecitos y, envolverla en algo (por ejemplo un calcetín o una cartulina) bien ajustado con ayuda de esparadrapo, también  era inútil: a Lala le llevaba unos minutos quitarse todo y estar libre otra vez para persistir en su intención de quitarse los puntos. También intentamos hacerle un collar isabelino para que no pudiera morderse los puntos (leímos en internet que en el mercado los hay disponibles, sin embargo, no encuentro ni una sóla tienda online que los tenga y, tomando en cuenta el hecho de que, dada la anatomía del hámster, todo agujero por donde entra la cabeza deja pasar también el cuerpo entero, me pregunto hasta qué punto será cierto que existen esos supuestos collares isableinos para hámster….) .

En fin. Nos esforzamos  y trabajamos, pero  todo fue inútil y Lala seguía obsesionada con quitarse los puntos.

Comprendí que si no conseguía ponerle algo, la única salvación de Lala sería que siempre hubiera alguien que la tuviera en la mano hasta que curara la herida. Y eso es imposible… Estuve con la amiga que me ayudó  hasta las 2 o 3 de la madrugada intentando encontrar una solución. Después intenté yo sola hasta el amanecer… Fue todo inútil.  Buscando en internet encontré muchos testimonios de casos similares: hámsters operados que después se muerden los puntos. La gente los lleva al veterinario una y otra vez para que les vuelvan a poner puntos y grapas, y los hámsters siguen destruyendo el trabajo del veterinario. Y esto, bajo mi punto de vista, es una gran crueldad: poner todos los días puntos y grapas sin anestesia, y el pobre individuo temblando de dolor… ¡No puede ser!.

No quiero narrar las circunstancias en las que murió Lala, porque me resulta muy doloroso aún. Yo la quería…  Sólo quiero advertir acerca del siguiente hecho:

ES MUY DIFÍCIL QUE UN HÁMSTER SOBREVIVA A UNA OPERACIÓN – INCLUSO SI SALE VIVA O VIVO DE LA CIRUJÍA, ES MUY PROBABLE QUE SE MUERDA LOS PUNTOS UNA Y OTRA VEZ.

POR TANTO, HAY QUE EVITAR LAS OPERACIONES.

LAS FRACTURAS, CON FRECUENCIA, LLEVAN A AMPUTACIONES (CIRUJÍAS).

POR TANTO, HAY QUE EVITAR LAS FRACTURAS.

EN LAS JAULAS, ES FÁCIL QUE UN HÁMSTER SUFRA UNA FRACTURA (NO SÓLO POR CAÍDAS, ATENCIÓN, NO SÓLO POR CAÍDAS!!!!)

POR TANTO, ES FUNDAMENTAL NO TENER A ESTOS ANIMALES EN JAULAS!!!!

Yo, desde luego, si pudiera volver atrás, tendría a Lala en un acuario y no en una jaula. Ya me las ingeniaría para ponerle cosas seguras para escalar y que no se aburriera… Pero no hay vuelta atrás.

     Es un hecho que hay unos animales mucho más privilegiados que otros. El ser humano se dedica a dominar y a usar al resto de los animales sin tomar en consideración su sufrimiento e intereses. Pero dentro de los animales hay diferencias grandes: unos, son torturados cruelmente (por ejemplo, en la plaza de toros, en las fábricas de pieles o en la industria alimenticia). Otros, son acogidos/comprados como mascotas/refugiados y queridos y mimados (o no…) por quienes son responsables de ellos. Dentro de los animales que se tienen en casa, sin duda, los privilegiados son los perros y los gatos. Otros animales son tomados menos en serio: como los hámsters.

Por un lado, algunas personas que supuestamente tendrían que buscar la buena vida del hámster del que decidieron encargarse, hacen cosas como no llevarlos al veterinario si tienen un tumor (total, no es más que un ratoncito, si fuera un perro, sería otra cosa… gastar tiempo y dinero por un ratón??). Por otro lado, los medios disponibles para atender a los hámsters son mucho más escasos  que los destinados a los privilegiados perros y gatos. Si hubiera interés, seguramente habría los medios necesarios para aplicar la cantidad exacta de anestesia que se necesita para que el hámster tenga menos riesgo en las operaciones, por poner un ejemplo. Habría más medicinas apropiadas para estos animales, por poner otro (no hay muchas)… Respecto de los puntos, me sorprende que no se haya solucionado esta cuestión tan importante  para la recuperación de un hámster. Tan difícil es elaborar unos pequeños trajecitos de plástico, fáciles de poner, que impidan que los hámster se quiten los puntos? No lo creo!!! El ingenio humano hace cosas mil veces más sofisticadas!!! Sólo es falta de voluntad e interés!. El mercado percibe que no hay un número suficiente de gente dispuesta a gastar en la salud de un hámster (como me dijo el veterinario, sólo una gran minoría de personas deciden gastar en una operación cuando un animal de estos la necesita) y, por tanto, ante falta de demanda, no hay oferta. Es así como funciona el mundo. “Hámster” es, pues, una categoría política….

Escribo esto en memoria de Lala Laleish Superiviviente Trípeda y con la esperanza de evitar dolor en otros hásmters y amigas y amigos de hásmters.