miércoles, 18 de septiembre de 2013

Mientras más arriba más machos o A mis queridas cooperativistas.



Mientras más arriba en las cúpulas de poder, menos mujeres y más tíos más chungos, más masculinidad dominante, menos comprensión...

Esa es la interpretación que extraigo de mi reciente experiencia. Narraré dicha experiencia sin dar datos que puedan identificar a las personas o a las entidades de las que hablo, no por falta de ganas, sino por obligación profesional.

Fui contratada para dar una serie de cursos de igualdad destinados a personas pertenecientes a cooperativas agrarias. En los cursos destinados a cooperativistas en general, aunque había una mayoría de hombres, la diferencia entre las y los asistentes, no era muy grande. Las personas asistentes, tanto hombres, como mujeres, expresaban sus puntos de vista de modo ordenado y educado. En ocasiones, cuestionaban las cosas que decía, legítimamente, pero nunca expresaron una idea abiertamente misógina, ni mucho menos lo hicieron de un modo hostil. Tengo que decir que incluso algunos hombres presentes reconocían que había problemas y apoyaban algunas de mis observaciones. Tengo que decir, también, que incluso un hombre mayor dijo abiertamente que en las cooperativas había machismo, tanto en los procedimientos, como en las actitudes de algunos miembros. 

La novedad en los cursos destinados a los Consejos Rectores, es que desaparecían las mujeres o aparecían en singular: es decir, una mujer frente a 8, 9, 10 miembros en el Consejo Rector. En estos casos, me encontré con mujeres que comenzaban dando sus puntos de vista que, en muchos casos, confirmaban los datos que yo iba revelando. Si embargo, frente a las intervenciones, eso sí, siempre amigables y educadas de varios hombres, que todo lo cuestionaban y todo lo matizaban, estas mujeres que empezaban la sesión mostrando una gran habilidad y experiencia en los debates públicos (por algo llegaron a ese escalón tan masculinizado), intervenían cada vez menos hasta que asumían un papel totalmente pasivo. Será que a ellas, igual que a mí, nos resulta agotador que nieguen nuestra propia experiencia desde el lado privilegiado... 

Con todo, en este nivel no aparecieron comentarios abiertamente agresivos ni misóginos, sino simplemente una resistencia a comprender como van apareciendo barreras "invisibles" en diversas partes del camino que desembocan en Consejos Rectores con ninguna mujer o, a lo sumo, con una, así como resistencias a reconocer que, dado que en este momento histórico y en este lugar del planeta, la experiencia de ser socializado en masculino y de ser socializada en femenino, es tan diferente, y da lugar a subjetividades tan diferentes (en la mayor parte de los casos), que la representación femenina o el punto de vista femenino es imprescindible en los lugares de toma de decisiones que afectan a tod@s (porque, desde el punto de vista del género, hoy en día existen como mínimo dos grupos sociales con necesidades, problemas y puntos de vista diferentes, y el funcionamiento democrático ha de incorporarlos a todos).

Cuando subí un escalón más en la pirámide del poder, me encontré con un paraje lamentable y atemorizante. Fui a "luchar" al terreno del Consejo Rector de una especie de asociación que agrupa a varias cooperativas. Ahí, como se podrá adivinar, no había ninguna mujer. Había más hombres que expresaban las resistencias que he mencionado anteriormente y expresaban sus reticencias con más énfasis, complicando, de este modo, el progreso de la exposición. Y lo peor: aparecieron comentarios directamente machistas, agresivos y expresados con gran falta de educación. Casi al principio de la sesión, un hombre dijo, desafiante:

"Pues a mi hijo le gusta más cocinar que ir a labrar la tierra. Y a mí eso no me gusta nada. ¿Soy machista por eso?"

Cuando hablaba de que, a pesar de que las mujeres están más presentes en las cooperativas que en otro tipo de empresas, éstas seguían siendo menos que los hombres, un individuo exclamó:

"Cuando hay muchas mujeres en las empresas, sólo se puede esperar la bancarrota".

Cuando hablaba de las dificultades de las mujeres para acudir a las asambleas por los horarios establecidos, por la no asunción por parte de los hombres de las labores domésticas y de cuidados, y la mayor dificultad de las mujeres asistentes para expresar su punto de vista de un modo activo en un espacio público que funciona mediante mecanismos más "masculinos" y en el que se valora un discurso más de tipo "masculino", el mismo individuo de comentario anterior, expresó:

"Mejor así, porque donde hay mujeres hay muchos problemas", y, en algún momento del debate sobre los horarios que ignoran el trabajo reproductivo, le dijo al compañero que tenía a lado, en voz alta: "¿No ves que se nos quieren subir encima? ¡Estamos perdiendo derechos!"

En otro momento, el individuo que comenzó preguntándome si era machista, opinó: "Es que yo ya veo que hay igualdad en todo, es más, ahora los hombres de las nuevas generaciones lo tienen que hacer todo y van detrás de las mujeres por la calle, cargando a los niños, pero es que las mujeres sois muy egoístas y os queréis quedar con todo". Este mismo sujeto, a mitad de la sesión se levantó y dijo: "¿Me puedo ir ya, o es que vas a decir algo interesante en algún momento?", no sin antes dejar claro que "Yo soy como soy y a estas alturas no pienso cambiar".

Tengo que decir que se encontraba presente el representante de una cooperativa bastante grande y bastante productiva (bastante "importante" para la economía, se diría) que fue muy amable y mostraba comprensión de la problemática, interés por la misma y disposición de acción por el cambio. Cuando se presentó, aclaró, con orgullo, que la cooperativa a la que representaba fue de las primeras en tener un plan de igualdad. Algún otro asistente se mostraba también receptivo, frente a la mayoría que sólo mostraba resistencias, ya fuera de modo educado y amable, ya fuera de modo agresivo e irrespetuoso.

No me cabe en la cabeza que sujetos autores de los comentarios agresivos hacia las mujeres que acabo de compartir sean representantes de un conglomerado de cooperativas y que estén en un lugar clave en el que se toman decisiones que afectan a la vida de tantas personas.

¿En qué estamos pensando las mujeres cuando delegamos nuestros asuntos en manos de gente que expresa ese odio y esa mala voluntad hacia nosotras?

Con sujetos así, poco hay que hacer. Es un escándalo que quienes defienden sin disimulo alguno esas opiniones en el espacio público puedan ser representantes de algún colectivo. 

Ante la visión de semejante panorama, no dejo de pensar en la importancia de las cooperativas de mujeres, de las asociaciones de mujeres dentro de las cooperativas mixtas (en comunicación constante con otros grupos de mujeres) y de una legislación interna que penalice e impida que semejantes expresiones de misoginia puedan tener lugar en los lugares de toma de decisión que afectan a la vida de los hombres y las mujeres.

Me despido recomendando la lectura de un interesante artículo de María José Senent Vidal,  ¿Cómo pueden aprovechar las cooperativas el talento de las mujeres?, publicado en REVESCO, Revista de Estudios Cooperativos y disponible en varios sitios en línea. Pongo varios, dada la constante aparición y desaparición de contenidos on line:







Emilia.

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